El Rosario

¿Porqué esta forma de oración se llama rosario? Como ofrecemos flores a la persona que amamos, del mismo modo cada Ave Maria (Dios te salve) es como una rosa ofrecida a la Sma. Virgen; el conjunto de estos Ave Maria constituye una corona de rosas - el rosario - que le presentamos.

El rosario es una oración que existe desde hace ocho siglos en la Iglesia. Varios motivos explican el éxito de esta forma de rezar. Es un modo de rezar que tiene una eficacia peculiar para unirnos a la Virgen María y hacernos sentir su amor.

Es también una forma de oración que se adapta a la mentalidad de cada época. Hoy el ritmo frenético de la vida nos lleva a vivir de manera siempre apresurada y dispersiva. El rosario es todavía actual porque es un modo de rezar que está al alcance de todos nosotros, que tenemos dificultad para concentrarnos.

 

Cada día empleamos buena parte de nuestro tiempo en viajar, ida y vuelta, a nuestro trabajo, o a los estudios u otros quehaceres. Nosotros, que no tenemos tiempo para rezar, podemos aprovecharlo en nuestros desplazamientos cotidianos para hacerlo. Rezar por la mañana es comenzar el día con una actitud positiva; por la tarde, es concluirlo de un modo sereno. El rosario es la oración más apropiada para rezar durante nuestros trayectos; es una oración dinámica que nos hace participar en la oración de María; el Evangelio nos muestra que, durante su jornada, ella rezaba (ver Lucas 1, 39-55) porque "meditaba en su corazón" (Lucas 2, 19). Para facilitaros el rezo del rosario nuestro sito pone a vuestra disposición archivos de esta oración en la forma MP3.

El rosario, que nos hace recorrer los misterios de la vida de nuestro Señor, es una oración meditativa, centrada en Jesucristo. Nuestra meditación se hace en compañía de María, ella que, mejor que todos nosotros, Lo conoce; por este motivo rezamos diciéndole el Ave Maria. Nuestro recogimiento es sostenido por la repetición del Ave Maria y esta repetición llega a ser como una música de fondo que nos mantiene en la presencia de Jesús y de su Madre.

En la primera parte del Ave Maria, el nombre de Jesús es el punto culminante; sobre Él se fija nuestra atención mientras Él nos enseña una verdad o una virtud en la escena evangélica evocada por el misterio del rosario que estamos meditando. Diciendo el Ave Maria, nuestra mirada interior se junta con aquella de María y por medio de su mirada nosotros penetramos en un conocimiento más profundo de Jesucristo.
En la segunda parte del Ave Maria, el acento está puesto sobre la invocación: "ruega por nosotros". Pedimos a la Sma. Virgen de ayudarnos a poner en práctica la verdad o la virtud que estamos meditando.

El rosario, gracias a esta meditación dinámica de la vida de Jesucristo, nos hace progresar en nuestra vida cristiana y nos transforma poco a poco.

Uniéndonos a la mirada llena de amor y atenta de María, nosotros también, durante el rezo del rosario, miramos "a los problemas del mundo… con una mirada responsable y generosa" y con "la certeza de la ayuda de Dios" (Juan Pablo II, Encíclica "Rosarium Virginis Mariæ", n. 40).

El rosario es una oración que también nos une entre nosotros como jóvenes cristianos. Oración eclesial que nos lleva a la comunión de los corazones y de los espíritus y hace de nosotros una Iglesia que, guiada por María, obra de modo concreto en la sociedad y va en camino hacia la santidad.

El rosario rezado con María, Madre de la Caridad, llega a ser la fuente de la cual todos y cada uno de nosotros, especialmente los jóvenes, sacamos un espíritu de creatividad, de coraje y de fuerza para ser los constructores de la civilización del amor cristiano en la familia y en la sociedad, aprovechando los medios que Jesucristo nos ofrece en el Evangelio y por medio de su Iglesia.

Según la costumbre del rezo del rosario, lunes y sábado son dedicados a los misterios gozosos; martes y viernes, a los misterios dolorosos; miércoles y domingo, a los misterios gloriosos; jueves, a los misterios luminosos.

Cómo rogar el Rosario

El santo Rosario

SEÑAL DE LA CRUZ:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

(a) CREO EN DIOS, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

(b) PADRE NUESTRO, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.

(c) AVE MARÍA
Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

(d) GORIA AL PADRE, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.